Diana Lorena Cruz Castellanos (Colombia)




Nacida en Marsella (Risaralda) pero de corazón y de cimientos Fusagasugueña.

Desde edad temprana pasaba horas abstraída en la lectura, siendo su primer acercamiento a la poesía, los escritos de la chilena Gabriela Mistral y Alfonsina Storni Para ella la poesía es la puesta en escena de todos los sentimientos, los que alaban, los que perpetúan, los que condenan, los que duelen. La poesía es la glorificación de la condición humana por medio de las letras, es el testimonio de la vida en una limitación de hojas y palabras. Tanto como ama su profesión (Tecnóloga Industrial), ama el sentimiento que se diluye en las letras. Ha participado por tres años consecutivos en el Festival de Poesia de Fusagasugá, siendo éste la base de su proceso literario, lo que la ha llevado a estructurar sus textos sin dejar lo esencial en ellos, el alma. Ha tomado cursos de talleres literarios gracias a la Fundación Cantemos y a los tomados con las diferentes entidades dedicadas a ello En proyecto tiene iniciar un curso de escritores en la Universidad Central – Bogotá, Colombia. Solo quiere ejercitarse tanto en alma como en intelecto a la par que vive inspirada para refinar su arte… y tal vez un día publicar un libro

 

 

RITUAL DE LAS BOCAS

 

Que la miel de tu lengua se mezcle
con mis labios entre abiertos,
con la represión de mis paredes,
con la rigidez de mis montañas.

Que al escarbar en mis cimientos
mi rictus sea festín a tu boca,
porque en la mía descansará
tu sacro vino blanco

Moriremos tantas veces
como tantas veces reviviremos nuestra carne

¡Baila! ¡Baila! ¡Baila!
con tu pistilo en mi frontera más oscura

¡Llora! ¡Llora! ¡Llora!
lágrimas cándidas en mi pecho de mujer urgida

 

ANIDANDO

 

Hay un pájaro rondando mi ventana,
me mira con sigilo,
su canto es un susurro
que conmueve los hilos de mi nido.
Extiende sus alas,
busca hacer refugio en mi ramaje,
golpea con gracia las paredes de mi hogar,
haciendo que el templo que me invoca
lagrimeé al tacto de su pico.

Hay un pájaro rondando mi ventana,
hay un nido que lo espera,
y allí dejará… su inmaculada vida.

 

 

 

 

LAS COSAS QUE NO TE CONTE

 

De vez en cuando el amor nos toca a la puerta,
y como el silencio de Dios en la soledad,
duerme en la estancia de las heridas.

Alguna vez tú vida me beso en la boca,
se instauró en mis sienes,
tomo mi forma,
siguió mis pasos,
y me sentí en buenas manos.

Y sé es feliz como el niño que no teme a la lluvia,
y se sueña como cuando encuentras el final
de un arcoíris.

De vez en cuando el amor nos toca a la puerta,
pero el miedo de Eva susurra al oído,
llega la cobardía,
tiembla la valentía.
se oscurecen las pupilas
y no hallamos esa boca
por no saber ser el silencio de Dios en la soledad.

De vez en cuando el amor nos toca a la puerta,
más nos hacemos sordos a su sonido,
soberbios a su mirada,
y terminamos en los mismos caminos
qué hicieron sangrar nuestro paso.

De vez en cuando el amor nos toca a la puerta,
de vez en cuando estaré allí para esperarlo.

 

 

EN BOCA DEL HOMBRE QUE NO AMA

 

Son las heridas de mi cuerpo,
la patria que me acompaña cada día.
Más en los escombros de mi vida
no supiste caminar,
aún así, tú boca durmió en mi exilio,
caminó en mi puerto,
levito en mi lecho,
y tus tristezas encontraron hogar en mi conciencia.

Te amé con la pureza de mis riñones,
te amé con el equilibrio de mi hígado,
y hasta mi páncreas sintió el vaivén
del dulce y la sal de tu vida en mí vida.

Pero te gusta el amor fácil, amor mío:
el café muy en punto en la mañana,
la distinción de un apellido,
mostrar una pupila disfrazada de pureza
solo por el oro que le acompaña.

Es el llanto del ayer que hoy ya no te llama,
es la herida de mi cuerpo que ya no te reclama.

 

 

 

 

 

 

 

 

OLVIDO DE DOS

 

Jugamos al olvido
y el beso no pronunciado
fue la procesión banal
del amor que se va y no se reinventa.

Jugamos a ser Dios en la homilía
de nuestras tristezas,
más no tuvimos el rostro de su amor
en nuestras tercas almas.

Se escucha la soledad del huérfano
en nuestras bocas,
se escucha el desdén de la lluvia
entre nuestros cuerpos.

Jugamos a la indiferencia en cada alborada,
he hicimos de la hecatombe del destierro
un pájaro sin canto en nuestras ventanas.

¡Jugamos a olvidarnos!

Y el olvido se posó en nuestros ojos,
hizo hogar en nuestra carne,
fue la sal de nuestros recuerdos.

¡Jugamos a olvidarnos!

Mas nunca llego el olvido

 

 

Los textos anteriores creados por Lore Cruz
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