Eliana Maldonado Cano (COLOMBIA)

 


Eliana Maldonado Cano es Ingeniera y Poeta, docente universitaria y candidata a Doctora en Literatura. Como poeta se ha interesado por temas como el cuerpo y el erotismo, la ciudad y sus contrastes y la búsqueda del sujeto en su camino hacia otras geografías, como puede verse en sus poemarios: Bajo la Piel (2007), Lunas de Sombra (2010), Hacía el Pacífico (2015) y Cartografía de la lluvia (2016), El pozo de la infancia (2018) y su primer libro de narrativa Aquellas mujeres en miniatura (2019).

Otras obras publicadas se encuentran inmersas en Ellas escriben en Medellín (2017), Poesía colombiana del siglo XX escrita por mujeres, (2014) e Historias que no son cuento: experiencias de lectura y escritura de Medellín (2014). Ha publicado en diversas revistas dentro y fuera de la ciudad. Invitada a diferentes festivales nacionales e internacionales. Obtuvo el premio de Poesía erótica Jazz-Eros, emisora de la Universidad Nacional. Poemas suyos han sido traducidos al inglés y al portugués.


POEMAS


Llevaba como siempre la caperuza negra

así podría atravesar el bosque.

El lobo merodeaba, olfateaba,

niños no, decía y aullaba, niños no.

Le resonaban las tripas, le caía la baba.

 

Un cazador escondía el puñal entre la muñeca y la manga, caminaba con cautela,

tensaba los músculos y pensaba:

es imprescindible que muera, es imprescindible.

 

El lobo merodeaba y se mordía las patas del hambre,

que jugoso soy pensaba, que jugoso soy.

 

La niña no cantaba una canción alegre, no.

No comía, no danzaba.

Presurosa caminaba en el bosque, lo atravesaba.

 

De pronto un puñal se delata en el aire,

el hombre lo clava con fuerza y del fondo oscuro

el líquido viscoso mana.

Qué extraño, pensó.

Qué bello, se dijo.

El viento levantó la caperuza negra,

el lobo olisqueó el aire,

niños no, se dijo,

le sonaron las tripas nuevamente,

Niños no.

Del libro El pozo de la infancia

 

 

XXXI

Aún no hemos probado todas las puertas,

las entradas y salidas.

No hemos atravesado puentes,

ni escalado acantilados,

ni avizorado amaneceres

ni ocasos.

Aún no hemos escrito a cuatro manos,

ni leído poemas en otras lenguas,

ni inventado la nuestra.

Para qué partir

si hacen falta siglos de vidas y muertes,

años de rodillas rotas.

Solo hemos visto el mar, amor.

El mar.

   Del libro Hacía el Pacífico

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