Nicolás Valdivieso Duque (COLOMBIA)
HOY, QUE
TANTO QUIERO AMAR.
Hoy puedo
ser un pájaro que puede
Libremente
Volar dentro de ti
Surco el interior de tu pecho
El corazón prieto (tuyo)
Las cascadas de sangre tuya y mía
Radiantes
Y la carne palpitante, fría y húmeda
Cómo un molusco
O como la carne blanda
Y viscosa que oculta recelosa
Una perla deforme.
Hoy erro probablemente
Cómo algún fantasma de tu habitáculo
Donde le pides a cada uno
(No sabes a cuántos)
Que te oigan clamar
Hasta las lágrimas.
Hoy viajo a tu rostro frío como un diamante
Que tallado ha sido en el fuego.
Con ese fulgor de tus ojos
Me siento obligado a quedarme
Fijando tu mirada sobre mi lunar de sangre
Cómo un rubí, brota de luz
Ansioso por ser engastado
En algún metal
Pide ser la joya que tu madre puede llevar en su dedo
En esas manos que centellean
Quizá por las heridas
Que deja la labor remota
de recoger cardos y espinos.
Hoy volví en silencio, como antes
Sin siquiera dormir
Tropezando sin querer en tus ojos
(Otra vez)
Para beber de tu dolor
Desde el cuenco de tus manos tan mías
Tú me reclamas el antiguo imperio
De mi silencio
Que tiene una forma de prados de hortensias.
Hoy te pido que me dejes
Hundir mis manos en esta agua
Ahora turbia y estancada (que eres)
Revolver
Déjame hoy, que quiero tanto
Hoy, que no puedo dar a luz
Hoy, que ya te estoy amando.
LA CENIZA DE MI ESTÓMAGO
En esta casa hay un montón de carne
Revuelta y aglutinada
Que compone a mi angustiada madre
A mi adusto padre
Y al rebelde cuerpo que me encierra
En estas carnes, fatigadas
Nobles y osadas.
Mi carne se recupera entre unas paredes blancas
Por la destrucción
Que dejó un amor.
En las llagas, para soldar la carne
Pone mi abuela hojas de laurel.
Exhala mi aliento un rumor de herbolarios
Reposan en mi pecho las alas cansadas de todas las aves
Dejan sus cánticos en mis ojos.
Con la sangre de mi padre y de mi madre
Me han ungido las sienes
Para que un día salga de esta casa
Y pueda tomar con mis propias manos
Las flores con las que quiero adornarla.
Esta casa de habitaciones clausuradas
Custodian las carnes cercenadas que un día fueron cuerpos
Ahora carne, sangre e ideas.
Casa con la puerta principal medio abierta
Puerta que no puede ser tocada.
Jardines que en mi juventud me llenaron de tibieza
Hay solo sus restos en la tierra reseca
Me saben a dolor caliente.
El dolor de mi corazón-tortuga
Revuelve y agrieta los cimientos de la casa.
El dolor se me concentra en el estómago
Sube hasta mi garganta el sabor
De mi sangre agria y la ceniza putrefacta
Que me ha enfermado todo este tiempo
Y que no me ha dejado
Salir de mi casa.
Excelente, muy buena poesía, mágica, directa y sensible.
ResponderBorrarAl leer, puedo escuchar tu voz, recordar los momentos de inmensa paz y tranquilidad que solo a tu lado se puede vivir, te abrazo desde la distancia, te admiro y te llevo en mi alma.
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