José Ignacio Escobar (Colombia)
José Ignacio Escobar: Escritor,
crítico y editor. Ha publicado los libros de cuentos Historia de un hombre
que soñó (Hombre Nuevo Editores, 2010) y Tiempo de zozobra, libro
ganador del Premio Nacional de Cuento Jorge Gaitán Durán en 2010. En 2019
publicó el poemario Una estación cualquiera (Editorial Círculo Rojo). Sus
cuentos y ensayos han aparecido en distintos medios de Colombia, Venezuela,
España y México. Fue finalista del I Concurso de relatos Yarning en 2017,
auspiciado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. Actualmente
es colaborador del Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la
República de Colombia.
Aléjame de mí, vida mía
rozan mis manos la mesa, la copa, la espada,
descansan en el tiempo
señalan un más allá que puede parecer atractivo
creer en la ebriedad como antídoto contra la sequedad
del espíritu
tomar un tren, un bus, un avión
para atacar lo que no podemos cambiar
mientras caminas al trabajo a diario
aprendimos muy bien los errores
porque nadie nos señaló el camino diferente
y no fuimos sagaces, temimos perdernos
¿por qué no salir por la puerta desconocida?
¿acaso creímos que el error nos haría menos?
nos dejamos ganar por la mirada acusadora,
esa mirada interna de la que somos víctimas,
la más letal, la que sepulta los sueños en ese mundo
que, aunque no existe, lo delineamos con soltura
qué incapacidades nos rodean
luego pretendemos que llegue la mano tímida,
acariciadora, que nos perdone,
que nos exima del deber no cumplido
todo a cuestas lo cargamos:
el amor la indiferencia lo no cumplido la mano que no
saludó
o las verdades que convertimos en mentiras por
arte de birlibirloque
¡ay, qué de fardos y pesares!
aléjame de mí, vida, que no puedo conmigo
aléjame de ser quien no pude ser
aléjame, en fin, del intento frustrado,
de lo poco o vil que fui
Barrer la mugre
con la mirada en la muerte a diario
me levanto,
con esa fuerza, ese thánatos salgo
y procuro que se revierta y gane una
mirada al árbol que florece rosa en mi calle.
ya me han aconsejado tirarme a los coches,
a la vía del tren cuando argumento
que no soporto este pasar de los años
que me lleva inevitable a esa muerte postergada,
a un mañana que tal vez me levante aún con la
sangre corriendo
y mis ojos y párpados
adoloridos
Es una fuerza en las tripas que hay que revertir,
negaciones que debo trocar con tozudez
horas que pasan con esfuerzos que se pierden
y reptan abandonando comercios donde
no compro nada, oficinas donde mi currículo
se tritura a la vista de todos
y el amor invisible, irrisorio, cae al suelo
y tapiza con aserrín mi casa, nuestra casa;
viruta que solo sirve para acolchar las pisadas
en las frías mañanas de invierno
en cuenta regresiva voy escuchando
esa voz del viejo poeta que murió
susurrándome al oído que besara
antes de pensarlo; que abrazara
antes de preguntármelo,
que sintiera antes incluso de todo
Año sobre año, todo se acumula,
vive y muere como una paloma que termina
destripada contra el adoquín gris después
de haber cagado en el rellano de tu ventana
mientras escribes unas líneas
te atiborras de ejercicios, mueves tu cabello, tus
miedos,
mueves lo que ni siquiera sabías que existía.
luego el dolor y el acostumbrarte a que llegue
de nuevo el desprecio
¿cómo controlar el desprecio o tus palabras que se
malinterpretan?
una sola frase que no tiene salida
termina dándole fin a un discurso de lucha
no hay antidepresivos ni libros ni autoflagelos que
sirvan
está lo único, lo que se repite todos los
días a las nueve de la mañana:
un despertarte y barrer de nuevo la casa,
porque el polvo llega a diario, también
la muerte no triunfa mientras haya que hacer
limpieza.
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