José Luis Calderón Vela (México)
Ha
publicado en periódicos y revistas regionales y nacionales. Autor del libro
“Los tiempos desolados” editado por el Fondo Editorial del Magisterio. Ha
participado en diversos encuentros de escritores y en varias de sus antologías
en Colombia, España, Estados Unidos y México. Recientemente ha publicado “Cuatro
cuentos para ir a dormir” y “Recuento de años difíciles”. Ha tomado talleres
literarios con Gerardo Rivera, Herminio Martínez, Jorge Humberto Chávez y
Baudelio Camarillo. Fundador y Coordinador Estatal de la Red Estatal de
Tertulias Literarias Guanajuato.
NO TODOS LOS FRUTOS SON DULCES Y DELICIOSOS
Tú que cantas desde las hendiduras
de los amaneceres entramada la conciencia,
luminoso el entendimiento desde el final
de la noche hasta su inicio
como promesa fuerte que ha recibido
el expresivo canto virgiliano;
abandona ya la devoción a los putrefactos
disfraces y tapujos,
allega tu aliento,
baila, reverbera con las mutaciones
del transhombre ante el desierto
que avanza ineludible
con velocidad tan opresiva;
renuncia a la oscura madriguera
en que se ha quedado inerme
tu maquinaria de vocablos,
contornea el juego de palabras
más allá del prosista solitario,
resquebraja límites,
invéntate los temblores para derribar lo obvio,
moviliza los supuestos,
abate las planas cardinales.
En el fondo no hay fondo,
nadie ha fabricado paracaídas
para los pobres seres cuantos piensan
que son minucias entonar
la voz a nuestra madre única,
la perfecta piedra que alivia y que cobija
aunque a veces responda con violencia,
con alma furibunda por haber amanecido con otra
grieta.
La idea de un nuevo germen ordenatorio
no es algo sin sentido al final de esta
travesía
que la desangra a borbotones.
Callemos la noche de las víboras
con la miel madura de soles grandes
y amarillos, frutos de razón, trigal de vida.
PODREDUMBRE
8 am.
Te preparas el desayuno
mientras oyes y miras el televisor.
Las mismas notas rojas.
Asombra escuchar con cuánto detalle
te informan lo que pasó a kilómetros.
Te sientes miserable en medio de tanta
podredumbre.
Ves cómo se turba e infecta
el colectivo universal.
Meditas, vociferas, analizas, suplicas.
Envejeces prematuramente,
tu sangre corre más de prisa.
Al parecer el mundo estará siempre
sumergido en males inacabables
siguiendo la infinita ley natural donde
todo ha existido y existirá como es.
Comprendes que necesitas
perfeccionar tu relación con los dioses
pero definitivamente adviertes
que los hombres son los hombres
y los dioses son los dioses.
Nada más.
Que hay dos mundos:
el de la dicha, donde viven los dioses
y el de los infortunados, donde viven los
hombres
y que no hay conexión alguna entre el uno y el
otro.
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