Carlos Mario Uribe Álvarez (COLOMBIA)
Carlos Mario Uribe Álvarez
Poeta y gestor cultural de
Manizales. Creador y director de la Fundación Cultural La nave de papel. Organizador del Festival Internacional de Poesía de
Manizales (10 versiones a 2019); de la Bienal
colombiana de Poesía Visual y experimental (tres versiones a 2018). Organiza innumerables eventos culturales en
Manizales y el resto del país.
Publicaciones
“El Pez Rojo”, Manizales,
2019; “Derivas del cuerpo”, 2016; “Final del viaje”, 1999; “La expedición”, (cuento), IV Concurso Regional
de Cuento: “Humberto Jaramillo Ángel”,
Armenia, 2009.
En Edición
“Abecedario de la palabra y
la muerte” (poesía) y “Mil palabras pánvocalicas” (ensayo).
Distinciones
y premios
- “Estímulos para la Cultura”
(ganador), Secretaría de Cultura, Gobernación de Caldas, 2019.
- “Estímulo a un proceso
continuado en favor de las letras” (ganador), Secretaría de Cultura, Gobernación
de Caldas, 2018.
- “Distinción de Oro en Nota de Estilo”,
Honorable Concejo, Alcaldía de
Manizales, 2018.
- Ganador del Premio Nacional Poesía “Carlos
Héctor Trejos”, Riosucio, 2003.
- Ganador del Premio
Internacional “La Memoria de nuestros
pueblos”, Bogotá, 2014.
- Ganador del “Premio de Poesía Cámara de Comercio”,
Manizales, 1999.
- Premio
Internacional “Eduardo Carranza” (finalista),
Sopó, 2013.
- IV Concurso
Ángel Ganivet (finalista), Países Bajos, 2010.
- Premio Casa de Poesía “Fernando
Mejía”
(finalista), Manizales, 1991.
Publicado en
antologías y revistas nacionales e internacionales. Participante en encuentros
y festivales nacionales e internacionales.
Decapitación
“…cuando
vuelven las cabezas separadas
a
preguntarse descreídas
si
no dejaron
algún
secreto bajo la lengua”.
Angye
Gaona
Los
dedos buscaron lumbre al sentir frío.
Quisieron llevar un cigarrillo a los
labios.
Los hombros se conocieron por vez
primera.
Las rodillas temblaron, livianas, más
no libres.
Los pies extraviaron ir y venir entre
el vacío.
La cabeza miraba todo esto, mientras
el cielo
se le hacía oblicuo; el sabor a pasto,
olvidado,
volvió y se instaló en su lengua para
siempre.
Ahora no le faltaba el cuerpo, tal vez
nunca.
Sintiose
rodar hasta la casa de sus enemigos.
Ruego para no recibir una moneda
Luego de haber cortado en dos la
cordillera de mi vida y tirar al fuego los papeles que acreditaban mi decencia…
Luego de abandonar como sonámbulo el
lado fresco de la sombra, el amparo de cárceles, manicomios y hospitales, palpo
fotos donde emergen como espejismos el rostro de los míos, y veo cómo la hilera
de años del almanaque se deshoja al viento del olvido…
Luego de soñar mí pasado, regreso
delirante de donde he sepultado mi cuerpo y mí historia, a deambular con un
fardo de ruina en mis pupilas, pesado y oscuro como la noche…
Luego de despertar en la sórdida
cloaca de mi ciudad, que me vomitó a su río de mierda como a un condenado,
empujo con mis hombros, bultos de escoria que vender de a peso en los
hipermercados del infierno…
Luego de mal vestir mi cuerpo
deformado a martillazos por la intemperie, con mi plumaje de gallinazo invasor,
vago entre los robledales de la gente más digna que dios, limpiando sus
escupitajos con mi pico insomne…
Luego de comer hambre, beber sed y
partir mi ración con cucarachas y ratas, al trasluz de ventanas rumorosas,
mendigo risas, miradas desdiosadas y trastos derruidos…
Luego, decía, musito con la cicatriz que me
hizo la vida en medio de la barba y le ruego al señor, nuestro dios: “Jamás
me des la moneda gastada del recuerdo porque ya sabemos lo qué compro con ella.
Amén.”
El mismo hombre, dicen
Cuando tornan los hombres a la tierra
devuelven su sombra, sus ojos y su
sangre,
sus minerales y sus memorias gaseosas;
ésta debería pesar un poco más dicen,
un cuerpo más, dicen.
Cuando mataron a mi padre
pesó más en mí la tierra de su pecho,
porque cuando matan a un hombre
todos los hombres se hacen más pesados.
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